A lo largo de los últimos años, muchas empresas de Chile se han adaptado a este tipo de práctica. Consiste en ofrecer al trabajador beneficios no monetarios adaptados a su modelo de vida con el objetivo de mejorar su grado de satisfacción con la empresa y su nivel de motivación, hechos que repercuten favorablemente en la compañía.
Este esquema, conocido también como “salario emocional”, ha supuesto una innovación para muchas empresas en materia de retribución y recursos humanos. La personalización de los salarios y beneficios de cada trabajador implica un mayor reto para la contabilidad de la organización, aunque a largo plazo se refleja en forma de mayores niveles de productividad y mejor imagen interna y externa de la compañía.
Para garantizar el éxito de funcionamiento de esta estrategia, la empresa tiene que disponer de un amplio catálogo de beneficios. De esta forma, el empleado, de acuerdo con su nivel salarial y su modelo de vida, puede elegir “a la carta” cuáles son aquellas bonificaciones que más le interesan. Como ejemplos, podemos enumerar los paquetes de asistencia médica familiar, horario flexible, contribución a un plan de pensiones, etc.
La opinión de los expertos en el tema es muy concluyente: esta práctica ayuda a mantener una plantilla fija en la empresa y a mejorar la productividad de los empleados. De acuerdo con T. Guihard, director general de Sodexo, “las empresas que lo han puesto en marcha [el esquema de retribución flexible] han podido atraer más talento, disminuir su índice de rotación, mejorar el compromiso con la organización y el equilibrio con su vida laboral y personal”.
Aun así, queda mucho camino por recorrer. A diferencia de Europa, las remuneraciones en Chile se han basado hasta hace relativamente poco tiempo únicamente en las compensaciones monetarias, sin premiar la calidad de vida del trabajador. Pero parece que poco a poco las empresas van optando por esta estrategia win-win, que beneficia a ambas partes interesadas.